Deseño e son
Mapas táctiles de escuelas y teatros de A Coruña, fichas para aprender a leer en braille, clasificadores de calcetines para personas ciegas y hasta prótesis en forma de aleta para poder nadar. Todo eso y más hacen en Deseño e Son, un proyecto de colaboración creativa entre grupos diversos que están coordinados por docentes del IES Ramón Menéndez Pidal, el CEE de Aspronaga y lo de Aspanaes.
Allí donde hay una necesidad, estos chicos y chicas le ponen solución armados con una impresora 3D, instrumentos musicales, imaginación y ganas de mejorar el mundo que les rodea. Y de paso, aprender.
“La diversidad enriquece. Y hasta que no lo ves no lo sabes”
La iniciativa “nace del deseo de que los chicos de instituto tuvieran conocimiento y convivieran con personas con diversidad funcional”, cuenta Isabel Puente, profesora de música del IES Menéndez Pidal y coordinadora de la parte de sonido. “La diversidad enriquece. Y hasta que no lo ves no lo sabes”, dice.
“Lo más chulo son las relaciones personales. Son adolescentes con o sin diversidad funcional trabajando juntos”, cuenta su compañero de proyecto Felo Couto, que es profesor de la clase roja en el CEE Nuestra Señora de Lourdes (Aspronaga). Este maestro cuenta entusiasmado que todo comenzó cuando llegó a sus manos una impresora 3D: “Buscábamos cosas que imprimir, pero queríamos cosas que sirvieran para algo, para ayudar”.
Fue así como acabaron dando con el IES Menéndez Pidal, también involucrado en proyectos similares. “Lo vimos clarísimo”, relata Felo Couto, que añade que desde el primer momento decidieron compartir lo que estaban haciendo “y buscar soluciones comunes”. Así, el proyecto actual surge de otro que ya estaban realizando entre los dos centros llamado Diversidad Impresa. Este tenía como objetivo crear objetos de ayuda para personas ciegas y sordo ciegas. Ese camino que comenzaron juntos los llevó hasta hoy, a Deseño e son, que como su nombre indica mezcla diseño y música, siempre con la máxima de “normalizar la convivencia e integración social de los chicos y chicas con diversidad funcional”.
Música sin barreras
En la parte de música, coordinada por Isabel Puente, hacen conciertos en conjunto con el alumnado de los centros de educación especial. Antes los alumnos de esos centros los iban a ver tocar una vez al mes o cada quince días al IES Menéndez Pidal, hasta que comenzaron a preparar piezas en conjunto.
La llegada de la pandemia alteró sus rutinas y actualmente no pueden ensayar junto al alumnado de Aspronaga, pero cada quien practica por su parte y la distancia gracias a los ordenadores. Isabel explica que “los chicos de Aspronaga están trabajando con una músicoterapeuta y están preparando también el repertorio” que luego trabajarán conjuntamente. Con la mayoría de sus instrumentos guardados para ganar espacio en el aula, las clases de Isabel consisten ahora en solfear y mejorar poco a poco para poder retomar los conciertos en cuanto se pueda.
Mientras, seguirán haciendo música como puedan, adaptándose a las circunstancias. Y es que los beneficios de la música son muchos: “crea relaciones de grupo, relaja, fortalece el sentimiento de comunidad, mejora la atención y la memoria, y tiene muchos beneficios a nivel emocional”. “La música es un bálsamo”, asegura, y lamenta que muchas veces se prescinde de esta materia: “es una carencia tremenda del sistema educativo. Los chicos no son máquinas”.
Además, en algunos proyectos combinan la tecnología con la música. Por ejemplo, el año pasado hicieron un guante para que personas sordas sintieran la música. El accesorio se conectaba a un teléfono y el usuario podía sentir diferentes vibraciones en los dedos.
Imprimiendo soluciones a problemas concretos
Al alumnado “le interesa mucho ver que lo que hacen le vale a alguien (…) Algunos incluso enfocaron su futuro a campos relacionados con eso, como la educación especial o la atención social”, indica Mª Paz Freire, coordinadora de la parte de diseño y profesora de tecnología del IES Menéndez Pidal.
Para ella los beneficios para el estudiantado de su centro están claros: “Se hacen conscientes de una realidad que existe y en la que pueden ayudar. Todos podemos ayudar de alguna manera”.
Felo Couto coincide con ella, y asegura que la juventud conecta así “con una realidad en la que antes no habían reparado, se ponen en la piel del otro”. Y para su clase de educación especial los beneficios también son numerosos: “salir, dar visibilidad, hacer cosas por ellos mismos…”.
“Todos podemos ayudar de alguna manera”
Desde que identifican un problema hasta que idean e imprimen la solución hay todo un proceso. Un proceso que comienza con una tormenta de ideas o con alguna petición, ya sea de una persona concreta o de alguna entidad que contacta con ellos. Este profesor se acuerda bien del caso de aquella mujer que tenía artrosis y que les pidió una pieza ergonómica para poder abrir la casa con las llaves sin dificultad, o de aquel chico al que le adaptaron el manillar de la moto para poder cogerla de nuevo a pesar de tener el brazo inmóvil. “Ves que el que haces realmente ayuda”, afirma Felo emocionado.
Mª Paz Freire destaca el proyecto que hicieron en colaboración con la ONCE. El alumnado de su instituto creó unas pequeñas fichas que parecen las de un dominó amarillo. Pero en lugar de puntos, en un extremo hay letras y en otro cómo se representa cada una en braille. “Nosotros pensábamos que nos lo pedían para los niños ciegos, pero le dieron la vuelta. No es solamente para los niños ciegos, sino para que los que no son ciegos mejoren su comunicación con ellos”.
Para esta profesora, que lleva más de 20 años dando clases, este tipo de proyectos demuestran además que la tecnología “es una herramienta útil de ayuda”.